En el Día del Canillita, Lucio Ledesma, un vendedor de diarios con casi cuatro décadas de experiencia en Corrientes, compartió sus memorias de una profesión que cambió radicalmente con el paso de los años y la llegada de la era digital. Desde sus inicios vendiendo tres diarios al día, hasta tiempos de gloria en los que llegó a vender 200 ejemplares, Lucio reflejó cómo la vocación, la resiliencia y la relación con sus clientes marcaron su vida y la de su familia.
En el bullicio de una ciudad de Corrientes, una figura se destacaba los fines de semana: Lucio Ledesma, canillita desde los 10 años, fue testigo de la transformación de una industria que alguna vez fue un pilar de la información y la vida social en Argentina. Con una voz que aún resuena por las calles y una historia que inspira, Lucio revivió con Sudamericana aquellos días en los que vender diarios era mucho más que un trabajo; era una misión.
En un emotivo diálogo con Otra Mañana, el canillita que hoy tiene 48 años contó: «Comencé cuando mi viejo se quedó sin trabajo», relató. «Tenía apenas 10 años y con mi DNI en mano vendí tres diarios el primer día. Al siguiente, fueron diez. Así empezó todo». La venta de diarios se convirtió rápidamente en la base de sustento de su familia y, más tarde, en la suya propia. «Gracias a esto, pude mantener a mis padres y después a mis hijos… sacar adelante a mi familia», añadió con orgullo.
La profesión de canillita, como él la recuerda, tenía un encanto único. «Llegué a vender hasta 200 diarios en un día. Había que retirarlos a las 11 de la noche y, al amanecer, salíamos a vocear por las calles», contó Lucio. En aquella época, los clientes fijos no fallaban y las amistades surgían de la cotidianeidad. Estudiantes, profesores y vecinos se conectaban a través de la compra diaria de noticias impresas.
La llegada de la tecnología trajo consigo un declive en la venta de diarios. «Es una lástima, pero ahora apenas vendo 50 diarios los domingos», lamentó. Sin embargo, el compromiso de Lucio con sus clientes sigue intacto. «Llueva o truene, el diario tenía que llegar. Poníamos bolsitas a los ejemplares para que no se mojen», recordó, mientras destacó la lealtad de los canillitas con su comunidad.
La pandemia de COVID-19 también dejó una marca indeleble en el gremio. «Muchos compañeros murieron», dijo con tristeza. A pesar de los retos del día a día y las pérdidas, Lucio siguió adelante, representando el espíritu de una profesión que, aunque disminuida, no desapareció.
Hoy, en el Día del Canillita, Lucio reflexionó sobre el cambio que vivió y el valor que aún le encuentra a su trabajo. «Mis hijos saben que todo lo que tienen se lo deben al diario», concluyó. Para él, ser canillita es mucho más que una ocupación; es una forma de vida y un legado de dignidad y esfuerzo incansable.
Sudamericana
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